~ Cuando la
blanca nieve tiña de colores la ciudad ~
El cielo desplegaba su manto negruzco, cubriendo
la ciudad con una capa de algodón grisáceo almidonado que advertía una noche extremadamente
fría, en la que la lluvia y la nieve volverían a confundirse y entrelazarse. Los
tejados de las pequeñas casitas londinenses que divisaba desde la ventana de su
céntrico apartamento estaban completamente nevados. Las aceras se teñían de
blanco hielo caído en la tarde y, en la carretera, la sal comenzaba a fundirlo.
Era Noche Buena, Navidad.
Las cálidas luces multicolores, que adornaban
los escaparates de los pequeños comercios familiares, se reflejaban en su
rostro a través del empañado cristal desde donde observaba el exterior, y podía
escuchar los villancicos que se perdían en el aire, provenientes de
prácticamente cualquier rincón. La felicidad, la paz y la solidaridad inundaban
todo ambiente en donde hubiese vida esa noche, siempre ocurría así.
Dejó recostar, con un suspiro, la cabeza contra
el cristal. Con una taza humeante de té con miel que conseguía que sus manos se
mantuviesen calientes y que el vaho que desprendía transluciera su visión en un
intento vago de querer cubrir unos ojos brillantes y humedecidos, dejó que su
mente divagase en recordar pasadas Navidades con su familia. Ésta era la
primera vez que las pasaría en soledad y la sensación era tristemente
inconfortable. Había planeado su vuelta a casa para esas fechas, pero los
exámenes y una valiosa beca que no podía permitirse el lujo de perder, la
habían atado a aquel lugar hasta el último instante. Y no existía forma posible
de regresar a tiempo a su hogar para la cena de Noche Buena. Ni siquiera para
Navidad.
Cerró los ojos con angustia, apretando la taza
entre las manos acerándosela al pecho, deseando caldear su corazón, meciéndose
inconscientemente buscando un confort que no podía encontrar. Se sentía de
algún modo culpable por lo que verdaderamente añoraba, por que era él la auténtica
causa por la que no podría conciliar esa noche el sueño. Por que eran sus
sonrisas, sus caricias y su abrazo los que extrañaba
por encima de todos los demás y lo que necesitaba con urgencia exasperada.
Sus labios desplegaron una sonrisa que almizclaba
la alegría con la estima. En su hogar ya había llegado la mañana de Navidad, y
estaba segura de que sus pequeños sobrinos estarían corriendo escaleras abajo
con dirección al árbol que cada año habían adornado en armonía, en donde
estarían yaciendo sus regalos junto con los del resto de la familia. Al menos
esperaba que los paquetes que había enviado para todos llegaran a tiempo… Ella ni
siquiera había probado bocado de su cena de Noche Buena todavía. El apetito se
había esfumado, dejando paso a una hambrienta e insaciable necesidad de
compañía.
Todos sus nuevos amigos y compañeros se habían
marchado días antes a sus respectivas casas, situadas en diferentes puntos del
país y del continente. Algunos ya la habían llamado para felicitarle las
fiestas, otros, esperaba que estuvieran disfrutando tanto que ni siquiera se
estarían acordando de nada que tuviera relación con la Universidad, ni siquiera
de sus compañeros.
Contuvo la respiración durante unos segundos. Contuvo
sus lágrimas. Bebió el dorado y oscuro líquido, con un tímido temblor en su
barbilla. Movió la cabeza en negación, obligando y conteniendo la solitud en su interior. No debía llorar, porque era feliz,
aunque estuviese lejos de los suyos. Había hablado esa misma mañana con sus
pequeños sobrinos, que esbozaban hacia el teléfono palabras inteligibles en su adorable
idioma infantil, con sus hermanas y con su padre, con todos ellos. Con todos
menos con uno, que era quién más falta le hacía.
Se despegó de la ventana con parsimonia y
suavidad, corriendo las cortinas para dejar de observar y envidiar. Quería
olvidar que vivía en esas fechas tan entrañables. Las que esperaba con ansias
cultivadas y renacidas durante todo el año, al igual que las vacaciones de
verano. Caminó con paso lento y pesado hacia la televisión, escondiendo la
cabeza hasta la altura de sus mejillas bajo el amplio y alto cuello de su
espeso jersey color crema de lana. Al llegar frente a
ella observó las imágenes grises del clásico “Qué bello es vivir” y, sin mucha
dilación, la apagó. Parecía que todo estaba a favor de recordarla con angustia
que estaba lejos de casa.
Volvió a suspirar y restregó con la manga
derecha de la prenda de lana uno de sus ojos, con un sentimiento somnoliento. Llegó
hasta la cocina, en dónde se sirvió un poco más de té caliente. Escurrió unas
gotitas de limón dentro de la taza y meció el líquido con una cuchara argentada.
Se sentó en la pequeña mesa rectangular que quedaba en el centro de la penumbrosa
habitación la cuál sólo recibía filtrada y tenue luz del comedor. Permaneció
allí durante minutos, escuchando el metrónomo tic-tac
del reloj que había sobre la encimera, como única compañía. Dejó la vista
perdida sobre los azulejos salmones perlados que recubrían la pared y bebió
sorbo a sorbo, sin prisa alguna, la recién servida taza de té inglés.
Cuando la terminó, se levantó como si de un
fantasma se tratase, vagando por el pasillo que conducía hasta su habitación. A
medida que se acercaba no podía evitar sentirse más triste, sola y perdiendo la
esperanza de que alguien más, ese alguien más, se acordase de ella en esa
noche.
Se dio la vuelta como un resorte, al sentir un
escalofrío recorrerla el cuerpo. Rehizo sus pasos y volvió al salón con mesura,
de puntillas como siempre hacía cuando tenía frío. Comprobó que todas las
ventanas quedaban bien cerradas y las cortinas corridas, sin querer dejar de
observar en cada inspección cómo comenzaban a deslizarse desde el cielo
pequeños copos blancos de agua helada. Le gustaba la nieve y adoraba sentirse
protegida en la calidez de su apartamento.
Y justo, en ese preciso instante, escuchó el
timbre de la puerta. Frotó sus ojos y sus brazos con sus manos, abrazándose así
misma, apaciguando el repentino frío que la inundaba. Intentando hacer el menor
ruido posible, miró a través de la pequeña merilla y su corazón se paró sin
meditarlo, para desbocarse a continuación. De sus labios entre abiertos se dejó
escapar un sonoro susurro ahogado de voz. Agarró el pomo de la puerta y la
abrió de golpe, con una amplia sonrisa y con la reminiscente
y necesitada sensación de sentirse como en casa. Paralizada y perpleja,
naufragó en la mirada del color del mar que permanecía frente a sí.
-
¿Sabes lo que me ha costado encontrar esto? – su voz exasperada y denotando
cansancio, agotamiento físico y falta de sueño con una pizca de amargura –
¡Odio los aeropuertos! – exclamó con disgusto para finalizar brindando una
sonrisa tibia.
Ella llevó una de sus manos sobre su boca,
encarcelando al grito eufórico que luchaba por destellar de sus cuerdas
vocales. Pero su cuerpo se negaba a dejar de exteriorizar lo que sentía y las
lágrimas acudieron a sus ojos del color de las arenas del desierto sin control
alguno, formando ríos salados que recorrían sus mejillas sonrosadas. La
barbilla balbuceó y sus rodillas flaquearon antes de reaccionar a lo que su
cerebro ordenaba. Y finalmente, sus extremidades terminaron obedeciendo. Se
lanzó sobre él, abrazándole como si le fuera la vida en ello, sintiendo la
calidez añorada, renaciendo en ella una esperanza verdadera y deseando que ese
instante fuese eterno. Suspirando miles de gracias sobre su oído y furtivos ‘te
quiero’ que escapaban sin necesidad de ser ocultados, quedó envuelta en una sedosa
carcajada de plena felicidad.
-
Feliz Navidad ‘Kane – susurró él en respuesta, hundiendo su rostro en su cuello
aspirando su aroma y abrazándola con ternura e impaciente necesidad.
Fue entonces, cuando la blanca nieve comenzó a teñir
de colores la ciudad.
Autor: AnDrAiA / Escrito:
05 de Diciembre de 2005 / Corregido: 06 de Diciembre de 2005 / Edición
para: El Portal Fic
Aquí, mi primer One-Shot de Navidad en el tiempo
que llevo publicando. Espero que os haya gustado.
Deseo que paséis todos
una muy, muy, muy Feliz Navidad. Disfrutad de éstas fiestas con vuestra familia
y todos vuestros amigos. Ése es el mejor regalo de todos.
Ya sabéis que
cualquier comentario, sugerencia y/o apreciación son siempre bien recibidas
> evamgp@terra.es
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